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Los muertos y los moribundos





















Esta es una historia donde ambos mundos, los de la vida y la muerte se unen en un mismo sujeto, un poeta que narra las sensaciones de las almas mientras esperan el descanso definitivo. 


Los muertos celebran su cumpleaños llorando.
                      Miran desde el más allá a sus esposas desnudas encima de otro hombre.

                                  Notan a sus hijos riéndose en fiestas musicales sin acordarse de ellos, a sus esposos regalándole las flores que nunca les regalaron a ellas. Salvo -claro está-, cuando se dignaron a poner una rosas rojas en la tumba.


Los muertos ven desde el más allá cómo sus cadáveres son mordidos por gusanitos. Orinados por ratas. Violados por marmotas.


   Los muertos se miran en el espejo y descubren que por la comisura de sus labios se dibuja una sonrisa

          con dientes
                            con lengua desgarrada 
                                                               con hematomas violeta. 

Los muertos no bailan, no corren, no sueñan, no esperan, no suspiran. Los muertos no mienten, no dicen la verdad, no se aparecen entre los vivos, eso es un mito que los vivos inventaron para no extrañar a los muertos. 

Los muertos no pueden resucitar. 

A los muertos no les importa ser recordados en réquiem, plantos, lápidas, actos oficiales, días feriados, 2 de noviembre o cumpleaños pasados. 


A los muertos les gusta tomar sol, y quemarse los pellejos. 

A los muertos no les interesa estar desnudos o vestidos. Vestir de traje en la tumba. A los muertos no les impacta la muerte de otros. 
A los muertos no les gustaría estar vivos, porque conservan la consciencia y sufren ante la posibilidad de vivir una vida conscientes de saber que morirán. 

A los vivos no les gustaría estar muertos. Los muertos lo saben, pero no se ofenden, no se sienten discriminados ni piden cuota política o parlamentaria, no solicitan corrección a la hora de hablar de ellos.


 Los muertos son diferente a los moribundos, porque estos últimos manejamos ómnibus, escribimos en diarios, Lázaros derramando vísceras por el asfalto, vamos a la escuela, nos enamoramos y armamos historias falsas sobre lo que son los muertos. 


Matías Rótulo, un moribundo. 

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